Desde mi llegada a Bélgica, las experiencias relacionadas con la inmigración y el duelo migratorio han marcado mi vida, ya sea por mi propia vivencia o por escuchar las historias de personas de diversas nacionalidades con las que me encontré durante mi proceso de aprendizaje del francés que me llevó practicamente 2 años. Solo tenía un documento de atestación de llegada otorgado por la comuna y pasé más de un año sin ser regularizada debido a múltiples complicaciones burocráticas en Bélgica y a la crisis en Venezuela en 2017. No comprendía esta situación, ya que mi pareja era belga. A menudo tuve la tentación de regresar pero las grandes tensiones politicas de mi país no lo permitieron.
Estas experiencias cambiaron mi vida, mi percepción cultural y social, mi visión sobre mí misma y sobre los demás, mi identidad.
Pasé de ser una mujer independiente, con mi propia empresa y mi apartamento, profesionalmente realizada, a ser una mujer dependiente, que no lograba comunicarse y sin documentos. Nunca pensé que llegaría a experimentar el miedo de encontrarme con la policía cada vez que salía (por desconocimiento) o la imposibilidad de trabajar en mi campo profesional y trabajar como niñera pues no podia dejar de enviar dinero a mi pais. Mi familia depende de nosotros, aún hoy en día.
Mi vida anterior giraba completamente en torno al trabajo. No me encontraba en esta nueva realidad. Había perdido mi centro, mis referencias. Sentía que debía comenzar nuevamente mi proceso profesional, pero no tenía fuerzas. Tenía 37 años y sufría de depresión sin ser consciente de ello.
Convertirme en madre, dos años después de mi llegada a Bélgica, en este contexto, fue una decisión compleja, ya que me acercaba a los 40 y sentia estaba en la época más compleja de mi vida, con la menor estabilidad. Mi esposo siendo belga también habia vivido casi 20 anos en mi pais y se encontraba reinsertandose igualmente. La maternidad, a la vez una experiencia transformadora hizo aún más difícil esta “integración”: me tomó casi dos años alcanzar un nivel decente de francés y aún no tenía un empleo, excepto el trabajo como niñera y un voluntariado remunerado en una asociación donde comencé a trabajar como diseñadora gráfica.
Durante este tiempo, tuve que reconstruir mi autoestima, ya que mi identidad había sido completamente sacudida y me volví económicamente dependiente de mi esposo. Esto intensificó mi sentimiento de vulnerabilidad pero afianzo a la vez el de interdependencia. Necesitaba perder el miedo a hablar y cometer errores en un idioma que no era el mio y el duelo migratorio muchas veces no me permitía ver las oportunidades. Acceder a la información adecuada tomaba más tiempo, muchos intentos y errores.
Como mujer y madre migrante, viví la enorme dificultad de la maternidad en un contexto de “integración”, de cambio de identidad durante la migración y esto me hizo querer buscar otras madres para entender si su proceso era el mismo.
A través de los encuentros en este camino, pude ver que cada experiencia migratoria es diferente, pero también tiene puntos en común. Este proceso conlleva mucho aislamiento, ya que no se cuenta con la familia extendida ni con redes, la falta de referencias en una cultura desconocida se intensifica con el nacimiento de un hijo. Todo es psicológicamente muy abrumador. La carga mental administrativa de la migración unida a un proceso de aprendizaje de la lengua, de un proceso de inserción, de duelos profesionales o de perdida de estatus profesional más el maternar, hicieron bien compleja la integración.
Elementos que no sabia identificar en el momento como la verdadera barrera en la inserción laboral por discriminaciones multiples ya más sistematicas propias de la sociedad de acojo son otros de los elementos a tomar conciencia pues vivimos en una intersección de realidades donde no se puede tomar todo a nuestros hombros y donde existen diversas fuentes de discriminaciones también ligadas al manejo o no del idioma, al acceso o no a estudios etc etc. Un largo etcetera de barreras. Me pregunté, siendo reconociente de mis ciertos privilegios en migración al ser miembro de una familia bicultural, cómo hacen otras mujeres-madres con menos recursos personales para lograrlo?
A partir de este proceso, comencé a desarrollar, de manera informal, un grupo de encuentros de mujeres-madres latinoamericanas con la finalidad inicial de poder compartir experiencias e información de utilidad en nuestra lengua. A partir de allí, este proyecto ha evolucionado, gracias a la implicación de otras madres voluntarias, hasta convertirse en una asociación comunitaria que busca responder a los desafíos de la maternidad en un contexto migratorio.
La migración a menudo implica una ruptura radical con el mundo de referencia habitual. Estos cambios pueden modificar profundamente la integración social o profesional de las personas: las relaciones con los demás se transforman, las mujeres pueden vivir períodos de aislamiento y estos pueden agrabarse dependiendo del tiempo de duración. Frecuentemente, sufrimos una pérdida significativa de capital social y la maternidad de por si es aún un campo de reivindicaciones pues queda como un trabajo infravalorado.
Para algunas de estas mujeres, su mayor valor es ser madres y, al mismo tiempo, lo han dejado todo para construir una familia en otro lugar. Su lugar en ese «nuevo hogar» no siempre es fácil de encontrar. ¿Cómo reclamar ese espacio y valorisar los conocimientos que ya poseen? Reconstruirse? ¿Cómo recuperar ese lugar, como re-crearlo?
A partir de espacio de encuentro entre mamás en migración y de los proyectos que surgen vamos co-costruyendo hacia el empoderamiento y estoy feliz de hacerlo en sororidad, pues ha encontrado resonancia.